•1:50 PM
Una noche, él advirtió a Psique que sus hermanas estaban a punto de ascender a la montaña para buscarla, viva o muerta. Le suplicó que no les prestara atención, pero cuando Psique las oyó llamándola y llorando, no pudo contenerse y pidió al viento que las bajara a su palacio. Cuando las hermanas vieron las joyas, las ricas vestimentas y todos los tesoros del palacio de Psique, tuvieron celos y regresaron al día siguiente para intentar dar con el modo de herir a Psique y arruinar su matrimonio. "¿Qué aspecto tiene tu esposo?", le preguntaron con insistencia, y finalmente Psique tuvo que admitir que nunca lo había visto. "Es un monstruo -le dijeron-, por eso no tiene valor para mostrarse ante ti. Ahora estás embarazada y todo el mundo sabe que el manjar predilecto de los monstruos son las mujeres encintas. Sólo estaba esperando a que el bebé crezca en tu vientre y después os devorará a ambos. Tienes que matarle antes de que él os mate a los dos, utiliza una lámpara para verle y, ¡córtale la cabeza con un cuchillo!"
Psique creyó todo lo que le dijeron sus hermanas. Encontró una lámpara y un cuchillo, y los escondió junto a la cama. Aquella noche, cuando su esposo se quedó dormido, encendió la lámpara y vio su cuerpo por vez primera. Allí, a su lado, yacía el dios del amor con forma de hombre, pero mucho más apuesto de lo que podía llegar a ser cualquier mortal. Junto a su mano descansaban el arco y las flechas, y Psique se arañó con una de ellas para agacharse para besar a su amado. La herida abierta con la flecha sentenció su amor por Eros, que perduraría de por vida.
Psique estaba a punto de besar al dios cuando la lámpara que sujetaba con una mano se deslizó hacia delante, vertió una gota de aceite hirviendo en el hombro de Eros y le despertó. Éste salió del lecho y se dispuso a huir volando, pero Psique se aferró a su esposo unos instantes, de modo que él la sacó del palacio y la llevó a una ladera de la montaña. A ella finalmente le flaquearon las fuerzas y cayó al suelo. Eros le dijo que debía regresar con su madre para que la quemadura del hombro sanase. Afrodita enfureció cuando supo que, en lugar de atormentar a Psique, Eros se había enamorado de ella y la había desposado. Si al menos la insensata joven hubiera guardado silencio, el bebé habría nacido dios, pero en ese momento debía considerarse afortunada si conseguía salvar la vida el tiempo suficiente para que el bebé naciera, porque Eros no podría protegerla de la ira de Afrodita. Eros echó a volar y se internó en la noche.
Psique creyó todo lo que le dijeron sus hermanas. Encontró una lámpara y un cuchillo, y los escondió junto a la cama. Aquella noche, cuando su esposo se quedó dormido, encendió la lámpara y vio su cuerpo por vez primera. Allí, a su lado, yacía el dios del amor con forma de hombre, pero mucho más apuesto de lo que podía llegar a ser cualquier mortal. Junto a su mano descansaban el arco y las flechas, y Psique se arañó con una de ellas para agacharse para besar a su amado. La herida abierta con la flecha sentenció su amor por Eros, que perduraría de por vida.
Psique estaba a punto de besar al dios cuando la lámpara que sujetaba con una mano se deslizó hacia delante, vertió una gota de aceite hirviendo en el hombro de Eros y le despertó. Éste salió del lecho y se dispuso a huir volando, pero Psique se aferró a su esposo unos instantes, de modo que él la sacó del palacio y la llevó a una ladera de la montaña. A ella finalmente le flaquearon las fuerzas y cayó al suelo. Eros le dijo que debía regresar con su madre para que la quemadura del hombro sanase. Afrodita enfureció cuando supo que, en lugar de atormentar a Psique, Eros se había enamorado de ella y la había desposado. Si al menos la insensata joven hubiera guardado silencio, el bebé habría nacido dios, pero en ese momento debía considerarse afortunada si conseguía salvar la vida el tiempo suficiente para que el bebé naciera, porque Eros no podría protegerla de la ira de Afrodita. Eros echó a volar y se internó en la noche.
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