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“Era la primera vez que entraba en un cementerio español, y realmente nunca me lo hubiera imaginado así. Varias estatuas de tamaño natural me dieron sustos mortales. En los cementerios árabes que yo había visto sólo había montoncitos de tierra cubriendo a los muertos. Aquí había cruces de hierro y grandes planchas de mármol por todas partes. Estatuas, jarrones, ángeles de piedra, y hasta pequeñas casitas, los mausoleos, con capilla incluida en el interior. Si no hubiera tenido tanto miedo, me habría gustado investigar aquel pequeño absurdo: casas para que viven los muertos, ¡qué invento!”
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