•8:03 PM
La humanidad sufrió, pues, el castigo del contenido de la caja de Pandora, y el siguiente objetivo de la venganza de Zeus fue Prometeo. El titán no sólo había desobedecido a Zeus, robándole el fuego y entregándoselo a los humanos, sino que guardaba además un peligroso secreto. Sabía de la profecía según la cual la diosa Tetis daría a luz un hijo destinado a derrocar a su padre. Zeus conocía parte de dicha profecía, pero ignoraba el nombre de la diosa.
A Zeus le atormentaban las dudas. Había tenido como amantes a infinidad de diosas y ninfas, y tal vez alguna de ellas estuviera ya embarazada del hijo que lo derrocaría. ¿O tal vez desvelaba la profecía el nombre de una nueva diosa? ¿O señalaba hacia su esposa, Hera, y por tanto debía empezar a guardar las distancias también con ella? Prometeo se negó a confesar el nombre de la diosa y Zeus tomó la determinación de arrancarle el secreto mediante la tortura. Prometeo fue capturado y arrojado al Tártaro, donde muchos miembros de la familia de Zeus habían sufrido en el pasado. Aun así, guardó silencio, de modo que Zeus lo sacó de allí y lo encadenó a una de las laderas del monte Cáucaso. Todos los días, un ave inmensa volaba hasta la roca y le arrancaba el hígado a picotazos; por la noche la herida sanaba de nuevo. Según algunos, el ave era un buitre; otros sostienen que Zeus enviaba a su ave real, el águila, para atormenta al titán.
Prometeo no podía morir ni zafarse de las cadenas. Sabía que sólo quedaría libre si algún otro inmortal descendía al mundo subterráneo, al reino de la muerte de Hades, por voluntad propia. Pasaron varias generaciones, y seguía encadenado, quemándose al sol y desagrándose durante el día, y aterido de frío por la noche. Hasta que Heracles consiguió llegar al monte Cáucaso y abatió al águila. Heracles se encontraba a medio camino de culminar sus 12 trabajos, y acababa de disparar accidentalmente una flecha envenenada a su amigo, el sabio centauro Quirón, lo que le produjo una herida incurable.
Quirón ansiaba morir e ir al mundo subterráneo en lugar de Prometeo. El titán debió de rehusar su ofrecimiento e, incluso en tales circunstancias, siguió guardando silencio para hacer sufrir aún más a Zeus, pero al mismo tiempo sintió lástima por el dolor infinito que torturaba al centauro. "Tetis -gruñó-; ése es el nombre de la diosa cuyo hijo derrocará a su padre". Las cadenas cedieron en ese mismo instante y Prometeo quedó libre. Fue incluso bienvenido de vuelta al Olimpo, con la condición de que pusiera toda su astucia al servicio de los dioses, en lugar de emplearla en su contra. Zeus se apresuró a concertar las nupcias entre Tetis y un hombre mortal, asegurándose así de que todos los hijos que tuviera derrocarían sólo a su padre mortal y no pondrían en peligro al rey de los dioses.
A Zeus le atormentaban las dudas. Había tenido como amantes a infinidad de diosas y ninfas, y tal vez alguna de ellas estuviera ya embarazada del hijo que lo derrocaría. ¿O tal vez desvelaba la profecía el nombre de una nueva diosa? ¿O señalaba hacia su esposa, Hera, y por tanto debía empezar a guardar las distancias también con ella? Prometeo se negó a confesar el nombre de la diosa y Zeus tomó la determinación de arrancarle el secreto mediante la tortura. Prometeo fue capturado y arrojado al Tártaro, donde muchos miembros de la familia de Zeus habían sufrido en el pasado. Aun así, guardó silencio, de modo que Zeus lo sacó de allí y lo encadenó a una de las laderas del monte Cáucaso. Todos los días, un ave inmensa volaba hasta la roca y le arrancaba el hígado a picotazos; por la noche la herida sanaba de nuevo. Según algunos, el ave era un buitre; otros sostienen que Zeus enviaba a su ave real, el águila, para atormenta al titán.
Prometeo no podía morir ni zafarse de las cadenas. Sabía que sólo quedaría libre si algún otro inmortal descendía al mundo subterráneo, al reino de la muerte de Hades, por voluntad propia. Pasaron varias generaciones, y seguía encadenado, quemándose al sol y desagrándose durante el día, y aterido de frío por la noche. Hasta que Heracles consiguió llegar al monte Cáucaso y abatió al águila. Heracles se encontraba a medio camino de culminar sus 12 trabajos, y acababa de disparar accidentalmente una flecha envenenada a su amigo, el sabio centauro Quirón, lo que le produjo una herida incurable.
Quirón ansiaba morir e ir al mundo subterráneo en lugar de Prometeo. El titán debió de rehusar su ofrecimiento e, incluso en tales circunstancias, siguió guardando silencio para hacer sufrir aún más a Zeus, pero al mismo tiempo sintió lástima por el dolor infinito que torturaba al centauro. "Tetis -gruñó-; ése es el nombre de la diosa cuyo hijo derrocará a su padre". Las cadenas cedieron en ese mismo instante y Prometeo quedó libre. Fue incluso bienvenido de vuelta al Olimpo, con la condición de que pusiera toda su astucia al servicio de los dioses, en lugar de emplearla en su contra. Zeus se apresuró a concertar las nupcias entre Tetis y un hombre mortal, asegurándose así de que todos los hijos que tuviera derrocarían sólo a su padre mortal y no pondrían en peligro al rey de los dioses.
0 comentarios: