Author: Xabi Otero
•2:26 PM
Los escritos sobre temas como los fósiles, los terremotos y los volcanes se remontan a los griegos, hace más de 2300 años. Sin duda, el filósofo griego más influyente fue Aristóteles. Por desgracia, las explicaciones de Aristóteles sobre la naturaleza del mundo no se basaron en observaciones y experimentos sagaces. Antes bien, fueron opiniones arbitrarias. Aristóteles creía que las rocas habían sido creadas bajo la influencia de las estrellas y que los terremotos se producían cuando el aire entraba con fuerza en la tierra,se calentaba por los fuegos centrales y escapaba de manera explosiva. Cuando se enfrentaba a un pez fósil, explicaba que "muchos peces vivían en la tierra inmóviles y se encuentran cuando se excava".

El problema es que esta teoría, si bien era adecuada para su época, se la siguió aceptando durante muchos siglos, impidiendo así la elaboración de explicaciones más racionales. Frank D. Adams afirma que a lo largo de la Edad Media Aristóteles fue considerado el primer filósofo, aquél cuya opinión sobre cualquier tema era la definitiva y la más autorizada.

A medidados del siglo XVI, James Ussher, arzobispo anglicano de Armagh (Irlanda), publicó un trabajo que tuvo influencias inmediatas y profundas. Afamado estudioso de la Biblia, Ussher construyó una cronología de la historia humana y de la Tierra en la que determinó que la Tierra tenía tan solo unos pocos miles de años, ya que había sido creada en el 4004 a.C. El tratado de Ussher consiguió aceptación generalizada entre los líderes científicos y religiosos de Europa, y su cronología acabó impresa en los márgenes de la misma Biblia. Durante los siglos XVII y XVIII, la doctrina del catastrofismo influyó con gran fuerza en el pensamiento sobre la dinámica de la Tierra. Dicho brevemente, los catastrofistas creían que los paisajes de la Tierra habían sido formados inicialmente por grandes catástrofes. Por ejemplo, las montañas o los cañones, cuya formación hoy sabemos que requiere mucho tiempo, se explicaban como si fueran el resultado de desastres súbitos y a menudo a escala planetaria, producidos por causas desconocidas que ya no actúan. Esta filosofía pretendía encajar la velocidad de los procesos terrestres con las ideas entonces reinantes sobre la antigüedad de la Tierra (los grandes y evidentes cambios debían concentrarse en unos pocos milenios, por lo que la filosofía aceptada debía comprender los cambios como súbitos y violentos).
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