•12:23 AM
Eos, hija de los titanes Hiperión y Tía, era la diosa del amanecer. Los poetas alababan sus dedos rosados porque coloreaban el cielo y los disponían para que el carro del dios del sol emergiera en su camino diario. Eos dio a luz a los cuatro vientos: al Viento del Norte, Bóreas, al Viento del Este, Euro, al Viento del Oeste, Céfiro, y al Viento del Sur, Noto. El padre de todos ellos era Astreo (cuyo nombre en griego significa "estrellado").
Todas las mañanas, Eos bajaba la mirada al mundo de los mortales y se fijaba especialmente en los jóvenes más apuestos. Su primer amante fue Ares, pero la diosa Afrodita se sintió muy celosa porque lo consideraba suyo, y castigó a Eos con un apetito insaciable de hombres jóvenes. Entre ellos, Eos vio y deseó a Clitio y se lo llevó a su palacio para pasar un rato con él. Clitio disfrutó de la compañía de la diosa, pero Céfalo tuvo menos suerte. Era hijo de Hermes y Herse, y estaba felizmente desposado con la princesa de Atenas, Procris. Céfalo se encontraba ausente, de caza, cuando Eos reparó en él y empezó a anhelar su amor. Le dijo que su esposa le era infiel y, para demostrar que lo que decía era cierto, lo envió disfrazado donde estaba Procris, para tentarla con suculentos regalos.Procris accedió pronta a compartir su lecho con el extraño, momento en el que Céfalo se mostró en su verdadera identidad. Procris huyó a Creta, avergonzada, y Ártemis la aceptó como dama de compañía en la caza, aunque obviamente no era virgen. La diosa incluso le entregó una lanza que siempre acertaba en el objetivo y también un perro que corría raudo como el viento. El esposo de Procris fue amante de Eos durante un tiempo, pero acabó regresando al mundo de los mortales.
Céfalo se encontraba cazando una vez más cuando conoció a una extraña mujer. Era su esposa, Procris, pero no la reconoció. Vio que su perro corría raudo como el viento y que tenía una lanza que acertaba en el objetivo siempre que la lanzaba, y deseó poseer ambos. Céfalo le ofreció a la mujer yacer con ella si a cambio le regalaba el perro y la lanza. Procris se echó a reír y le confesó quién era. Céfalo, abochornado, se ruborizó y le suplicó perdón. "Perdonémonos mutuamente -repuso ella-, puesto que cada uno de nosotros ha traicionado al otro de igual modo". Céfalo y Procris se reconciliaron y convivieron felices un tiempo.
Pero Procris era una mujer celosa y cuando supo que su esposo gritaba "Aura" cuando salía a cazar, interpretó que invocaba a alguna ninfa para yacer con ella. Sin embargo, lo único que él hacía era invocar a la brisa, aura en griego, para que le refrescara. Procris se escondió entre los arbustos para sorprender a su esposo con las manos en la masa y en el momento en que Céfalo pasó corriendo por su lado con sus sabuesos, ella hizo ruido con el follaje. Él creyó que se trataba de algún animal salvaje allí oculto y arrojó la lanza que nunca erraba el blanco. En esa ocasión, atravesó el corazón de Procris. Céfalo había matado a su esposa con su propia lanza.
Hay quien afirma que ésta fue la venganza de Ártemis contra ambos por trocar sus regalos a fin de comprar favores sexuales.
Titono fue otro de los amantes de Eos. Era joven y apuesto, y Eos estaba tan prendada de él que pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad. Zeus accedió, pero, a medida que transcurrían los años, el amante inmortal de Eos empezó a mostrarse envejecido, menos lozano y enérgico, y más delgado y frágil. La diosa había olvidado pedirle a Zeus que concediera a su amado Titono la eterna juventud. Le suplicó que se la devolviera, pero la única concesión que recibió a cambio fue transformar al anciano en una cigarra. Era un concesión burlona, puesto que las cigarras renuevan su cuerpo todos los años al mudar su piel. Titono podía entonces renovar indefinidamente su forma de cigarra, pero jamás podría desprenderse de su edad humana para recuperar la juventud.
Todas las mañanas, Eos bajaba la mirada al mundo de los mortales y se fijaba especialmente en los jóvenes más apuestos. Su primer amante fue Ares, pero la diosa Afrodita se sintió muy celosa porque lo consideraba suyo, y castigó a Eos con un apetito insaciable de hombres jóvenes. Entre ellos, Eos vio y deseó a Clitio y se lo llevó a su palacio para pasar un rato con él. Clitio disfrutó de la compañía de la diosa, pero Céfalo tuvo menos suerte. Era hijo de Hermes y Herse, y estaba felizmente desposado con la princesa de Atenas, Procris. Céfalo se encontraba ausente, de caza, cuando Eos reparó en él y empezó a anhelar su amor. Le dijo que su esposa le era infiel y, para demostrar que lo que decía era cierto, lo envió disfrazado donde estaba Procris, para tentarla con suculentos regalos.Procris accedió pronta a compartir su lecho con el extraño, momento en el que Céfalo se mostró en su verdadera identidad. Procris huyó a Creta, avergonzada, y Ártemis la aceptó como dama de compañía en la caza, aunque obviamente no era virgen. La diosa incluso le entregó una lanza que siempre acertaba en el objetivo y también un perro que corría raudo como el viento. El esposo de Procris fue amante de Eos durante un tiempo, pero acabó regresando al mundo de los mortales.
Céfalo se encontraba cazando una vez más cuando conoció a una extraña mujer. Era su esposa, Procris, pero no la reconoció. Vio que su perro corría raudo como el viento y que tenía una lanza que acertaba en el objetivo siempre que la lanzaba, y deseó poseer ambos. Céfalo le ofreció a la mujer yacer con ella si a cambio le regalaba el perro y la lanza. Procris se echó a reír y le confesó quién era. Céfalo, abochornado, se ruborizó y le suplicó perdón. "Perdonémonos mutuamente -repuso ella-, puesto que cada uno de nosotros ha traicionado al otro de igual modo". Céfalo y Procris se reconciliaron y convivieron felices un tiempo.
Pero Procris era una mujer celosa y cuando supo que su esposo gritaba "Aura" cuando salía a cazar, interpretó que invocaba a alguna ninfa para yacer con ella. Sin embargo, lo único que él hacía era invocar a la brisa, aura en griego, para que le refrescara. Procris se escondió entre los arbustos para sorprender a su esposo con las manos en la masa y en el momento en que Céfalo pasó corriendo por su lado con sus sabuesos, ella hizo ruido con el follaje. Él creyó que se trataba de algún animal salvaje allí oculto y arrojó la lanza que nunca erraba el blanco. En esa ocasión, atravesó el corazón de Procris. Céfalo había matado a su esposa con su propia lanza.
Hay quien afirma que ésta fue la venganza de Ártemis contra ambos por trocar sus regalos a fin de comprar favores sexuales.
Titono fue otro de los amantes de Eos. Era joven y apuesto, y Eos estaba tan prendada de él que pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad. Zeus accedió, pero, a medida que transcurrían los años, el amante inmortal de Eos empezó a mostrarse envejecido, menos lozano y enérgico, y más delgado y frágil. La diosa había olvidado pedirle a Zeus que concediera a su amado Titono la eterna juventud. Le suplicó que se la devolviera, pero la única concesión que recibió a cambio fue transformar al anciano en una cigarra. Era un concesión burlona, puesto que las cigarras renuevan su cuerpo todos los años al mudar su piel. Titono podía entonces renovar indefinidamente su forma de cigarra, pero jamás podría desprenderse de su edad humana para recuperar la juventud.
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