•12:11 AM
Otra reflexión hecha a partir de la película Ágora. Una vez más, quien no haya visto esa peli y quiera verla, no voy a desvelar grandes cosas, pero quizás no sea recomendable que lea esta reflexión.
La historia ha sido definida en numerables ocasiones como la memoria de los hombres. Durante toda nuestra vida, hemos aprendido historia, pues es una asignatura que se considera obligatoria y necesaria para la formación de una persona. Sin embargo, mi reflexión va por el siguiente camino: ¿Qué clase de historia es la que hemos estudiado?
Me explico. Como pasa en la vida cotidiana, la historia según quién las cuente pueden ser diferentes: cuando ha habido una bronca entre dos amigos, la versión que cuenta uno suele distar bastante de la que cuenta el otro. De la misma manera pasa en la historia: para algunos lo que es evangelización, para otros es imposición.
Si bien en este ehemplo que he puesto es muy claro, nunca nos paramos a pensar qué tipos de personas son las que han hecho las historias que estudiamos. Tras meditar un rato, queda claro que la historia ha sido creada por gente de élite, generalmente hombres, con un cargo político o militar importante... mientras tanto, otras voces fueron acalladas... ¿Dónde ha quedado la historia de las mujeres, las de los niños, las de los esclavos? Todas esas historias ofrecerían diferentes perspectivas sobre un mismo hecho y permitirían una aproximación más exacta a lo que pasó en realidad. Sin embargo, siempre hemos estudiado una o como mucho dos versiones de un mismo hecho, por lo que todo lo que creemos que sabemos acerca de la historia es relativo. Por fortuna, la historia de la infancia, de las mujeres y otros sectores olvidados está en auge ahora mismo, y muchas facultades permiten su estudio.
Y todo esto me vino a la mente porque la gran filósofa Hipatia de Alejandría, tuvo unas teorías muy interesantes que pasaron al olvido simplemente por el hecho de ser mujer y atea. En definitiva, unas ideas brillantes desperdiciadas por no pertenecer a la clase que debía.
La historia ha sido definida en numerables ocasiones como la memoria de los hombres. Durante toda nuestra vida, hemos aprendido historia, pues es una asignatura que se considera obligatoria y necesaria para la formación de una persona. Sin embargo, mi reflexión va por el siguiente camino: ¿Qué clase de historia es la que hemos estudiado?
Me explico. Como pasa en la vida cotidiana, la historia según quién las cuente pueden ser diferentes: cuando ha habido una bronca entre dos amigos, la versión que cuenta uno suele distar bastante de la que cuenta el otro. De la misma manera pasa en la historia: para algunos lo que es evangelización, para otros es imposición.
Si bien en este ehemplo que he puesto es muy claro, nunca nos paramos a pensar qué tipos de personas son las que han hecho las historias que estudiamos. Tras meditar un rato, queda claro que la historia ha sido creada por gente de élite, generalmente hombres, con un cargo político o militar importante... mientras tanto, otras voces fueron acalladas... ¿Dónde ha quedado la historia de las mujeres, las de los niños, las de los esclavos? Todas esas historias ofrecerían diferentes perspectivas sobre un mismo hecho y permitirían una aproximación más exacta a lo que pasó en realidad. Sin embargo, siempre hemos estudiado una o como mucho dos versiones de un mismo hecho, por lo que todo lo que creemos que sabemos acerca de la historia es relativo. Por fortuna, la historia de la infancia, de las mujeres y otros sectores olvidados está en auge ahora mismo, y muchas facultades permiten su estudio.
Y todo esto me vino a la mente porque la gran filósofa Hipatia de Alejandría, tuvo unas teorías muy interesantes que pasaron al olvido simplemente por el hecho de ser mujer y atea. En definitiva, unas ideas brillantes desperdiciadas por no pertenecer a la clase que debía.
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