•8:58 PM
Últimamente me ha dado por pensar en muchas cosas, por lo que alguna que otra reflexión os va a caer estos días.
Hoy me voy a poner a hablar acerca de las sorpesas. Y es que una sorpresa puede ser lo más emotivo que puede recibir una persona, tanto si es buena como mala. Pero vamos a pensar en positivo y centrémonos en las buenas. Estoy seguro de que todos los que leáis esto (y los que no) habéis recibido alguna sorpresa alguna vez, ya sea de pequeño o de mayor. La sensación que en ese momento recorre tu cuerpo es de felicidad absoluta, momento en el que te paras a pensar que eres muy afortunado de tener todo lo que tienes, en el que agradeces a todo el mundo su tarea por alegrarte la vida, en el que ves que los esfuerzos que haces por que otras personas sean felices tienen su fruto...
Y entonces me paro a pensar: ¿Por qué cuando llega un día especial (cumpleaños, aniversario...) se nos ocurre regalar cosas materiales cuando la sorpresa llena más a la otra persona? La respuesta es clara: por comodidad. Una sorpresa requiere mucho tiempo, desde el momento en el que pensar cómo llevarla a cabo hasta toda la preparación de la misma. Si a esto le añadimos el hecho de que al final la persona estaría esperando una sorpresa, la cosa pierde su gracia, porque no daría tanta ilusión como cuando es totalmente inesperada.
Conclusión: a la hora de querer hacer feliz a una persona en un día especial, buscar un equilibrio entre sorpresas y regalos materiales, alternándolos de vez en cuando, porque sólo así conseguirás llenar a la otra persona.
Hoy me voy a poner a hablar acerca de las sorpesas. Y es que una sorpresa puede ser lo más emotivo que puede recibir una persona, tanto si es buena como mala. Pero vamos a pensar en positivo y centrémonos en las buenas. Estoy seguro de que todos los que leáis esto (y los que no) habéis recibido alguna sorpresa alguna vez, ya sea de pequeño o de mayor. La sensación que en ese momento recorre tu cuerpo es de felicidad absoluta, momento en el que te paras a pensar que eres muy afortunado de tener todo lo que tienes, en el que agradeces a todo el mundo su tarea por alegrarte la vida, en el que ves que los esfuerzos que haces por que otras personas sean felices tienen su fruto...
Y entonces me paro a pensar: ¿Por qué cuando llega un día especial (cumpleaños, aniversario...) se nos ocurre regalar cosas materiales cuando la sorpresa llena más a la otra persona? La respuesta es clara: por comodidad. Una sorpresa requiere mucho tiempo, desde el momento en el que pensar cómo llevarla a cabo hasta toda la preparación de la misma. Si a esto le añadimos el hecho de que al final la persona estaría esperando una sorpresa, la cosa pierde su gracia, porque no daría tanta ilusión como cuando es totalmente inesperada.
Conclusión: a la hora de querer hacer feliz a una persona en un día especial, buscar un equilibrio entre sorpresas y regalos materiales, alternándolos de vez en cuando, porque sólo así conseguirás llenar a la otra persona.
1 comentarios:
Pues a ver si me "sorprenden" este 7 de octubre.
Un saludo :)