Los pitagóricos no sólo asignaron cualidades a los números pares e impares en general, también atribuyeron propiedades especiales a números individuales. Así, se creía que el 1 era el generador de todos los números, y no se consideraba propiamente un número. Además, se creía que caracterizaba la razón. Geométricamente, el número 1 se representaba con el punto, que en sí mismo representaba el generador de todas las dimensiones. El número 2 era el primer número femenino, y también el número de la opinión y de la división. Sentimientos parecidos se expresan con el yin y el yang en la cosmología religiosa china, donde el yin representa el principio femenino y negativo, como la pasividad y la oscuridad, y el yang el principio masculino y luminoso. Aún hoy en día, en muchas lenguas, el número 2 se relaciona con la hipocresía y la desconfianza, como puede verse en expresiones como "doble" (= falso) en iraní, o "de doble lengua" en alemán o árabe. La identificación del número 2 con lo femenino y del 3 con lo masculino podría tener su origen en las configuraciones de los pechos femeninos y los genitales masculinos. Esta conclusión provisional se apoya en el hecho de que los Konso, de África Oriental, lo identificaban de este modo. En la vida diaria la división en dos categorías resulta de lo más común: bueno y malo, arriba y abajo, derecha e izquierda. Geométricamente, el 2 se expresaba con la línea (determinada por dos puntos) de una dimensión. Se consideraba al tres como el primer número masculino real y el número de la armonía, ya que combinaba la unidad del 1 y la división del 2. Para los pitagóricos, el 3 era, de algún modo, el primer número real porque tenía un principio, un medio y un final. La expresión geométrica del 3 era el triángulo, ya que tres puntos que no estén en la misma línea determinan un triángulo; además, el área del triángulo tiene dos dimensiones.
El número 4 era el número de la justicia y el orden. En la superficie de la Tierra los cuatro vientos o direcciones bastaban a los humanos para orientarse e identificar las coordenadas en el espacio. Geométricamente, cuatro puntos que no están en el mismo plano puede formar un tetraedro (una pirámide con cuatro caras triangulares), con un volumen en tres dimensiones. Los pitagóricos también consideraban que el número 4 tenía un estatus especial por otro motivo: su actitud hacia el número 10 o el sagrado tetractys. El 10 era el número más reverenciado porque representaba el universo en su conjunto. El hecho de que 1+2+3+4=10 generó una relación muy cercana entre el 10 y el 4. A su vez, esta relación indicaba que 10 no sólo unía los números que representaban todas las dimensiones, sino que además combinaba todas sus propiedades, a saber, lo único del 1, la polaridad del 2, la armonía del 3 y el espacio y la mteria del 4. Por tanto, el diez era el número de todas las cosas, con las propiedades que el pitagórico Filolao expresó tan acertadamente hacia el 400 a.C.: "sublime, poderoso, creador de todo, el principio y la guía de lo divino por lo que se refiere a la vida sobre la Tierra".
El número 6 era el primer número perfecto, así como el número de la creación. El adjetivo perfecto se otorgaba a los números que eran precisamente iguales a la suma de todos los números menores por los que se podía dividir, como por ejemplo, 6=1+2+3. El siguiente número que cumple estas condiciones es el 28=1+2+4+7+14, seguido del 496=1+2+4+8+16+31+62+124+248; el siguiente número perfecto contiene ya treinta y siete dígitos. El filósofo helenístico judío Filo Judás de Alejandría, cuya obra enlazaba la filosofía griega con las escrituras hebreas, sugirió que Dios creó el mundo en seis días porque seis era un número perfecto. San Agustín, coincidió con éste en su obra La ciudad de Dios: "Seis es en sí mismo un número perfecto, y no porque Dios creara el mundo en seis días; más bien al contrario: Dios creó el mundo en seis días porque ese número perfecto, y lo seguiría siendo aunque la obra en seis días no existiera". Algunos comentaristas de la Biblia también consideraron al 28 como un número básico del Arquitecto supremo, señalando los 28 días del ciclo lunar. La fascinación por los números perfectos penetró incluso en el judaísmo. El rabino Yosef ben Yehudah Aknin realizó un estidio en defensa de ellos en el libro del siglo XII, la Sanación de las almas.
Por último, el cinco nos lleva a los orígenes de la Proporción Áurea. El cinco representaba la unió del primer número femenino, 2, con el primer número masculino, 3 y es el número del amor y el matrimonio. Parece ser que los pitagóricos utilizaban el pentagrama (la estrella de 5 puntas) como símbolo de su hermandad, y la denominaban "Salud".
Tras una improvisada visita a los astilleros del puerto de Amsterdam, el zar Pedro I el Grande, carpintero y hombre fascinado por la efervescencia y el espíritu innovador de la Europa de finales del siglo XVII, decidió formarse en las nuevas técnicas. La bandera tricolor roja-blanca-azul de los Países Bajos, la tierra de los pólders, se quedó en su retina. De regreso a su Rusia natal, Pedro I concibió la futura bandera nacional según el modelo neerlandés, afirmando así su voluntad de acercarse al mundo occidental. Corría el año 1699, y las tres bandas horizontales se distribuyeron en otro orden: el blanco, color del zar, arriba; el azul, en el centro, en representación de la nobleza; y el rojo, del pueblo, abajo. Adoptada en 1833, esta bandera sirvió como fuente de inspiración para otros muchos pabellones en Europa oriental.
En 1922 Stalin fue elegido secretario general del partido comunista soviético; desde entonces, Rusia desempeñaría un papel relevante en el seno de la URSS. Desde el 12 de noviembre de 1923 -y por espacio de casi siete décadas- la bandera roja presidió el edificio del Kremlin, en la plaza Roja de Moscú. el inmenso país de los once husos horarios no recuperaría sus antiguos colores paneslavos hasta el 22 de agosto de 1991.
En este caso, relacionamos la geografía física con la historia. Y es que, como bien apuntan los autores del cuadernillo en una de sus páginas iniciales, el mismo estudio del clima ya adquiere un carácter histórico, pues para poder determinar las características de cada clima es necesaria una investigación de 30 años como mínimo (según la OMM).
Entre otros contenidos, durante varios capítulos podemos observar qué opiniones tenían los diferentes personajes históricos sobre fenómenos meteorológicos (y cómo ese interés por explicar estos fenómenos se plasma en sus respectivas mitologías). Otro tema que igualmente es abordado en el libro es la relación entre meteorología y hechos históricos.
Por ejemplo, no podemos olvidar que la Armada Invencible fracasó en su intento de derrotar a la flota ingles, entre otros motivos, por un temporal que arrasó con gran cantidad de navíos españoles, así como sus tripulantes. O por cambiar de ejemplo, es común mencionar la gran derrota de Hitler en su intento de conquistar Rusia por la llegada de un crudo invierno en tierras rusas que fue progresivamente liquidando a las tropas alemanas.
Sin embargo, sí que debo remarcar que algunos contenidos que esperaba que fueran explicados más detenidamente, han dado una información demasiado general. A mí me ha ocurrido con el tema de las razas y el clima, donde esperaba que se trataran cuestiones antropológicas como el porqué de diversos rasgos físicos por influencia del clima. Pero supongo que cada uno nos hacemos nuestras propios expectativas de lo que va a tratar un capítulo... En tal caso, no podemos culpar al autor por tratar unos aspectos que él considera más interesantes en relación a dicho tema...
Bien, primero situar este libro como uno de los "Cuadernos de Historia", esa serie histórica que goza de una considerable fama.
En primer lugar, quiero comentar que tener una base sobre la forma de hacer geografía en el mundo antiguo debería ser indispensable a la hora de estudiar geografía o historia. Sin embargo, la propia experiencia me dice que no es así; es cierto que determinados contenidos del libro me eran conocidos (o cuanto menos familiares), pero la vasta mayoría no.
Esto me lleva a afirmar una reflexión que desde hace varios años defiendo: no se pueden separar tanto la geografía y la historia. Antiguamente, formaban juntas una carrera, pero tendemos hacia una cada vez más pronunciada especialización en un determinado tema, cuando la realidad nos muestra que todas las fuentes de conocimiento están relacionadas entre sí de un modo u otro. En el caso de la historia y la geografía, esa relación es sumamente importante (sobre todo en temas de geografía humana): analizar una pirámide de población requiere recurrir a hechos históricos que lo expliquen, analizar un mapa cartográfico de una determinada época precisa de una explicación del contexto histórico de la misma, los cambios en el clima han repercutido en diferentes hechos históricos (a propósito de esto, estoy leyendo otro número del cuadernillo de historia, del cual haré mi crítica cuando lo termine), etc.
Cuando fui a la librería a comprar este libro (más el relativo a los climas que ya he mencionado), la dueña me dijo: "No sabía muy bien dónde colocarlos, si en la sección de historia, o la sección de geografía. Al poner cuadernillos de historia desde siempre fue colocado en la sección histórica, pero me alegra que al haberlo puesto en el ámbito geográfico hayas sido capaz de encontrarlo."
Así debería ser esta carrera. Es cierto que en tan pocos años hay muchas áreas que estudiar, pero no podemos dejarlas completamente de lado (solamente he tenido una asignatura de historia, y exclusivamente de historia económica; y con la reforma de Bolonia más de lo mismo).
Dejando esta crítica de lado y como apasionado que soy de la Edad Antigua, este libro asienta unas bases históricas necesarias para entender la evolución del conocimiento geográfico. Es cierto que en ocasiones se queda muy escaso (con algunas ideas colgando), pero siempre puede servir como punto de partida gracias al cual cada uno puede profundizar en aquellos aspectos que sean de su interés.
P.d. En este caso, he hablado de la necesidad de relacionar geografía e historia; pero la geografía, como bien es sabido por aquellos estudiantes de esta carrera, tiene multitud de similitudes con otras ciencias: biología, geología, física, química, lenguas... Por lo tanto, dejemos de centrarnos tanto en un sólo aspecto para intentar (en la medida de lo posible) abarcar otros campos del saber que son imprescindibles para entender nuestra propia ciencia.
Aristóteles intentó explicar los mecanismos de los fenómenos físicos, incluida la habitabilidad de las zonas terrestres, elaborando todo un sistema teórico. Para ello se basó en los cuatro principios antitéticos de sus predecesores (cálido-frío-seco-húmedo), en sus combinaciones binarias. Consideraba que las transformaciones no eran posibles sino a través del pasaje de un elemento inmediatamente próximo. Por ejemplo, no se podía pasar del agua (fría y húmeda) al fuego (cálido y seco) sin la mediación del aire (cálido y húmedo). Todas las transformaciones eran consecuencia del doble movimiento del sol, diario en longitud y anual en latitud, y los cambios de temperatura que suponía dicho movimiento. Sostenía que estos mecanismos afectaban, por ejemplo, al nacimiento de los ríos en las montañas, ya que éstas atraían el agua vaporizada, la enfriaban y una vez concentrada, la devolvían en forma de cursos de agua. Explicaba las mareas como debidas a la acción de los vientos que, de forma variable, se interponían entre el Océano y el sol condicionando los efectos solares sobre las aguas. A la acción de vientos subterráneos achababa los terremotos, en una transposición en el interior de la Tierra de los mismos agentes-principios que se manifestaban en la superficie. En cuanto al hombre, defendía la teoría del influjo ambiental sobre el comportamiento humano: así, los europeos eran "fuertes", mientras que los asiáticos, a causa de los agentes ambientales, eran "débiles". Sumergido en tales investigaciones etiológicas, no muestra apenas interés por la geografía descriptiva.
The mothers of Boulengerula taitanus create a nutrient-rich fatty outer layer of skin after laying their eggs. When their offspring hatch, the babies scrape this layer off with specialized teeth.
"It's quite an amazing thing to observe," says biologist Mark Wilkinson of the Natural History Museum in London, lead author of an article describing the phenomenon in Nature this week.
Wilkinson's group noticed the skin-eating behaviour in Kenya, after seeing that amphibian mothers are often a paler and milkier shade of blue than other females. They had also noticed that young amphibians are born with their own set of teeth.
The researchers brought the burrowing animal into the lab to investigate, videoing 21 mothers with broods of between two and nine young. In the week after their babies hatched, mothers lost about one-seventh of their bodyweight - which showed up as skin cells in the stomachs of young.
Other amphibians, such as frogs and salamanders sometimes eat their own skin after it has shed, to recycle nutrients. This newly observed behaviour is similar to that, says Wilkinson, except the babies join in the shedding process.
As to why the mothers let themselves be flayed, Wilkinson suggests that making a fatty layer of skin may be cheaper for the mother than giving her eggs a large yolk. And if a baby dies, he notes, the mother's investment in the egg is wasted - but she might be able to save her skin and use it again.
No one yet knows what is in this fatty layer, or how the young know when to stop eating their mothers' skin to avoid killing her. Wilkinson will leave these questions to others; he plans to look for more amphibians that show the same behaviour.
"It's a weird and wonderful thing," says Wilkinson, "It raises more questions than it answers."
Como muchos lectores sabrán, la Eneida no es sino la continuación de la batalla de Troya (al igual que la Odisea), pero desde el punto de vista de Eneas (mientras que en la Odisea es Ulises u Odiseo el que protagoniza la novela). Por lo tanto, estos tres libros que he leído durante este último mes constituyen una fuente histórica importantes sobre los acontecimientos de aquella época. Pero no debemos olvidar que son novelas escritas por unas determinadas personas que poseen una cierta ideología. Con esto quiero decir que no debemos entender la historia tal y como se cuenta en el libro (creo que es un tema que ya he tratado a menudo en este blog).
Una vez aclarado este aspecto, voy a hablar del libro en sí. En primer lugar, quiero destacar que la primera mitad del mismo se me ha hecho extremadamente amena por diferentes motivos: narración de numerosas aventuras históricas, intervención de seres divinos en momentos críticos, su claridad repercute en una gran imaginación del momento... Yo personalmente encajo más esta primera parte más con las características de la Odisea, ya que aparece ese héroe perdido por el mar, navegando y siguiendo los consejos de los dioses para poder conseguir algo muy superior a lo que posee en dicho momento.
En cuanto a la segunda parte, creo que se hace más pesada. Es cierto que las batallas son bastante entretenidas, pero a mí no me resulta muy atractivo todo ese período entre batalla y batalla... Y casualmente, esta segunda parte para mí tiene mucho que ver con la Ilíada.
Por tanto, ¿es probable que Virgilio basara sus obras en estos dos anteriores clásicos? Podría buscarlo en google e informarme rápidamente, pero me gustaria más que alguien que sepa responder a esta pregunta lo haga, ya que así aportará datos y explicaciones más adecuados.