•10:36 AM
Héroe de carácter solar, es el viajero más grande de Irlanda. Hijo de
una druidesa que era hermana de la reina de Owenatch, la sacerdotisa
decidió que su hermana la reina criara a Máel Dúin junto a sus otros 3
hijos.
Cuando Máel Dúin se enteró de que la reina no era su verdadera madre, conoció a su verdadera madre y llegó a informarse acerca del asesinato de su padre poco antes de que él naciera. Es por ello que decidió emprender un viaje para vengar la muerte de su padre, para lo cual los druidas le aconsejaron llevar consigo a 17 hombres. Una vez los hubo reunido, aparecieron sus 3 hermanastros y le pidieron a toda costa viajar con él (de lo contrario, irían nadando tras ellos y lo más probable es que se ahogaran). Muy a su pesar, debió llevar a los 3 familiares con él, por lo que llegó transgredir los tabúes (o geis) impuestos por los druidas. Por esta razón, él y su tripulación se vieron condenados a afrontar acontecimientos extraordinarios a lo largo del viaje.
Poco antes de llegar a la primera isla, oyeron las voces de dos hombres, uno de los cuales confesaba ser el asesino del padre de Máel Dúin. No obstante, no llegaron a embarcar en la isla, pues fruto de las desobediencias de los geis, el ser supremo los castigó con una feroz tormenta.
La segunda isla estaba habitada por hormigas gigantes, por lo que no llegaron a poner pie en ella. Tres días después, la comida escaseaba, pero por fortuna, arribaron a una isla de vegetación exhuberante. En ella vivían multitud de aves, por lo que los Máel Dúin y sus tripulantes mataron a muchos de estos seres para reponer sus víveres. Otros tres días más tarde, se toparon con otra isla en la que residía un enorme caballo con patas de perro, del cual decidieron escapar nuevamente.
Posteriormente, se encontraron con otra isla donde localizaron rastros de pistas para caballos y unas huellas de pezuñas realmente grandes. Alarmados, volvieron a embarcar y se alejaron rápidamente de la costa, con el tiempo suficiente para ver cómo hacían su aparición unos jinetes gigantescos (que parecían más demonios que jinetes) montados sobre caballos de dimensión equivalente. Una suerte igualmente mala los esperaba en la próxima isla, donde aparecieron criaturas similares a los caballos desgarrándose la piel y la carne mutuamente. Es por ello que tampoco llegaron a desembarcar allí.
La próxima isla que alcanzaron estaba totalmente rodeada de muros. Observaron a un monstruo sobre una plataforma de piedra haciendo su ejercicio diario. Cuando dicha criatura los observó huyendo de la isla, se enfadó y comenzó a arrojarles grandes piedras, una de las cuales agujereó el escudo de Máel Dúin y se depositó en la quilla del barco.
En la siguiente isla, avistaron árboles que tenían manzanas, lo cual se revelaba como algo positivo, ya que la comida volvía a escasear. Sin embargo, mientras se aproximaban observaron un animal semejante a los cerdos pero que parecía estar ardiendo en llamas. Por la noche, dicho monstruo se iba al interior de la isla a dormir, por lo que aprovecharon ese momento para recopilar tantas manzanas como pudieron.
Su próximo destino albergaba un gran palacio lleno de gatos, cuyas paredes estaban llenas de trofeos de oro y plata. En el comedor, había grandes cantidades de comida, por lo que Máel Dúin y sus compañeros comieron tanto como quisieron y pasaron allí la noche. Al día siguiente, el más mayor de los hermanastros sugirió que sería una buena idea robar algún trofeo a los gatos, pero Máel Dúin se lo desaconsejó inmediatamente. No obstante, su hermanastro desobedeció sus órdenes y cogió un trofeo. En cuanto tocó dicha pieza, todos los gatos se avalanzaron ferozmente sobre él y éste quedó reducido a cenizas.
En la siguiente isla matarían un cerdo para cómerselo y comenzaron a explorar la isla. Descubrieron así un río que fundió la punta de las lanzas de los tripulantes nada más tocar sus aguas. Asimismo, encontraron un gran pastor cuidando de un enorme rebaño, que les avisó de que no debían asustar a sus ovejas. Visto lo que había en la isla, optaron por embarcar una vez más.
La isla posterior estaba habitada por un molinero alto, que cultivó maíz y otras riquezas para ellos. Se identificó como el Molinero del Infierno y les comentó que si no estaban satisfechos con sus posesiones, las trituraría.
Posteriormente, arribaron a otra isla donde moraba gente negra que estaban continuamente llorando. El segundo hermanastro de Máel Dúin fue enviado para investigar la isla, pero los llantos de los negros lo conmovieron y no pudo abandonar esa tribu nunca.
La siguiente isla estaba dividida en 4 zonas por unas murallas que se juntaban en el centro de la isla. Cada muralla estaba hecha de un material diferente (oro, plata, cobre y cristal) y albergaban población diferente también (reyes, reinas, jóvenes y doncellas, respectivamente). Cuando bajaron a la isla, las doncellas los acogieron y les ofrecieron comida y alojamiento. Despertaron tres días después en el barco y no quedaba ni rastro de la isla.
[to be continued... continuará...]
Fuentes:
FUTTHARK, R. Historias misteriosas de los celtas.
http://www.timelessmyths.com/celtic/voyages.html
Cuando Máel Dúin se enteró de que la reina no era su verdadera madre, conoció a su verdadera madre y llegó a informarse acerca del asesinato de su padre poco antes de que él naciera. Es por ello que decidió emprender un viaje para vengar la muerte de su padre, para lo cual los druidas le aconsejaron llevar consigo a 17 hombres. Una vez los hubo reunido, aparecieron sus 3 hermanastros y le pidieron a toda costa viajar con él (de lo contrario, irían nadando tras ellos y lo más probable es que se ahogaran). Muy a su pesar, debió llevar a los 3 familiares con él, por lo que llegó transgredir los tabúes (o geis) impuestos por los druidas. Por esta razón, él y su tripulación se vieron condenados a afrontar acontecimientos extraordinarios a lo largo del viaje.
Poco antes de llegar a la primera isla, oyeron las voces de dos hombres, uno de los cuales confesaba ser el asesino del padre de Máel Dúin. No obstante, no llegaron a embarcar en la isla, pues fruto de las desobediencias de los geis, el ser supremo los castigó con una feroz tormenta.
La segunda isla estaba habitada por hormigas gigantes, por lo que no llegaron a poner pie en ella. Tres días después, la comida escaseaba, pero por fortuna, arribaron a una isla de vegetación exhuberante. En ella vivían multitud de aves, por lo que los Máel Dúin y sus tripulantes mataron a muchos de estos seres para reponer sus víveres. Otros tres días más tarde, se toparon con otra isla en la que residía un enorme caballo con patas de perro, del cual decidieron escapar nuevamente.
Posteriormente, se encontraron con otra isla donde localizaron rastros de pistas para caballos y unas huellas de pezuñas realmente grandes. Alarmados, volvieron a embarcar y se alejaron rápidamente de la costa, con el tiempo suficiente para ver cómo hacían su aparición unos jinetes gigantescos (que parecían más demonios que jinetes) montados sobre caballos de dimensión equivalente. Una suerte igualmente mala los esperaba en la próxima isla, donde aparecieron criaturas similares a los caballos desgarrándose la piel y la carne mutuamente. Es por ello que tampoco llegaron a desembarcar allí.
La próxima isla que alcanzaron estaba totalmente rodeada de muros. Observaron a un monstruo sobre una plataforma de piedra haciendo su ejercicio diario. Cuando dicha criatura los observó huyendo de la isla, se enfadó y comenzó a arrojarles grandes piedras, una de las cuales agujereó el escudo de Máel Dúin y se depositó en la quilla del barco.
En la siguiente isla, avistaron árboles que tenían manzanas, lo cual se revelaba como algo positivo, ya que la comida volvía a escasear. Sin embargo, mientras se aproximaban observaron un animal semejante a los cerdos pero que parecía estar ardiendo en llamas. Por la noche, dicho monstruo se iba al interior de la isla a dormir, por lo que aprovecharon ese momento para recopilar tantas manzanas como pudieron.
Su próximo destino albergaba un gran palacio lleno de gatos, cuyas paredes estaban llenas de trofeos de oro y plata. En el comedor, había grandes cantidades de comida, por lo que Máel Dúin y sus compañeros comieron tanto como quisieron y pasaron allí la noche. Al día siguiente, el más mayor de los hermanastros sugirió que sería una buena idea robar algún trofeo a los gatos, pero Máel Dúin se lo desaconsejó inmediatamente. No obstante, su hermanastro desobedeció sus órdenes y cogió un trofeo. En cuanto tocó dicha pieza, todos los gatos se avalanzaron ferozmente sobre él y éste quedó reducido a cenizas.
En la siguiente isla matarían un cerdo para cómerselo y comenzaron a explorar la isla. Descubrieron así un río que fundió la punta de las lanzas de los tripulantes nada más tocar sus aguas. Asimismo, encontraron un gran pastor cuidando de un enorme rebaño, que les avisó de que no debían asustar a sus ovejas. Visto lo que había en la isla, optaron por embarcar una vez más.
La isla posterior estaba habitada por un molinero alto, que cultivó maíz y otras riquezas para ellos. Se identificó como el Molinero del Infierno y les comentó que si no estaban satisfechos con sus posesiones, las trituraría.
Posteriormente, arribaron a otra isla donde moraba gente negra que estaban continuamente llorando. El segundo hermanastro de Máel Dúin fue enviado para investigar la isla, pero los llantos de los negros lo conmovieron y no pudo abandonar esa tribu nunca.
La siguiente isla estaba dividida en 4 zonas por unas murallas que se juntaban en el centro de la isla. Cada muralla estaba hecha de un material diferente (oro, plata, cobre y cristal) y albergaban población diferente también (reyes, reinas, jóvenes y doncellas, respectivamente). Cuando bajaron a la isla, las doncellas los acogieron y les ofrecieron comida y alojamiento. Despertaron tres días después en el barco y no quedaba ni rastro de la isla.
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FUTTHARK, R. Historias misteriosas de los celtas.
http://www.timelessmyths.com/celtic/voyages.html
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