•11:08 AM
Deméter es una de las diosas de la antigua Grecia de las que menos se sabe. Era la diosa de los cultivos, sobre todo de las cosechas de cereales, y también la responsable de la fertilidad en el mundo. Apenas desempeñaba un papel en las batallas de los hombres mortales y en los enredos sexuales de los dioses del Olimpo.
La hija de Deméter y Zeus se llamó Perséfone. La niña creció hasta convertirse en una hermosa doncella que disfrutaba cogiendo flores en el campo, si bien todas ellas quedaban eclipsadas ante su belleza. Los griegos veían en su juventud la perfección y en ocasiones se hace referencia a ella sencillamente como Kore, "doncella". Un día estaba recogiendo flores, cuando los caballos negros de Hades, dios del averno, aparecieron de súbito de la tierra tirando de un carro en el que iba el propio Hades. Había decidido que Perséfone fuera su reina. Sin mediar palabra, tiró de ella y la hizo subir al carro, y atizó a los caballos para que se internaran de nuevo a toda velocidad en el mundo de los muertos. Ciertos autores afirman que Hades había sido herido por las flechas de Eros, hijo de la dorada Afrodita, con el fin de someter a todos los dioses del Olimpo al control de ambos.
Nadie supo decirle a Deméter adónde había ido a parar su hija; es decir, nadie estaba dispuesto a hacerlo. El omnipresente Zeus sabía perfectamente lo que había ocurrido, pero aunque Perséfone era su hija, no hizo nada por ayudarla. Zeus no quería ofender a su hermano, que para entonces ya estaba lo bastante furioso con él. Hades siempre estuvo resentido con el reparto del mundo que se había llevado a cabo entre los tres hermanos, Zeus, Posidón y él mismo, tras el derrocamiento de Crono. Posidón disfrutaba del reino de los mares y Zeus era el señor de todo el mundo, pero Hades tenía que vivir en el mundo subterráneo y sus súbditos eran los muertos. Si Zeus ordenaba que Perséfone fuera devuelta a su dolida madre, el resentimiento de Hades se tornaría en una furia incontrolable.
La hija de Deméter y Zeus se llamó Perséfone. La niña creció hasta convertirse en una hermosa doncella que disfrutaba cogiendo flores en el campo, si bien todas ellas quedaban eclipsadas ante su belleza. Los griegos veían en su juventud la perfección y en ocasiones se hace referencia a ella sencillamente como Kore, "doncella". Un día estaba recogiendo flores, cuando los caballos negros de Hades, dios del averno, aparecieron de súbito de la tierra tirando de un carro en el que iba el propio Hades. Había decidido que Perséfone fuera su reina. Sin mediar palabra, tiró de ella y la hizo subir al carro, y atizó a los caballos para que se internaran de nuevo a toda velocidad en el mundo de los muertos. Ciertos autores afirman que Hades había sido herido por las flechas de Eros, hijo de la dorada Afrodita, con el fin de someter a todos los dioses del Olimpo al control de ambos.
Nadie supo decirle a Deméter adónde había ido a parar su hija; es decir, nadie estaba dispuesto a hacerlo. El omnipresente Zeus sabía perfectamente lo que había ocurrido, pero aunque Perséfone era su hija, no hizo nada por ayudarla. Zeus no quería ofender a su hermano, que para entonces ya estaba lo bastante furioso con él. Hades siempre estuvo resentido con el reparto del mundo que se había llevado a cabo entre los tres hermanos, Zeus, Posidón y él mismo, tras el derrocamiento de Crono. Posidón disfrutaba del reino de los mares y Zeus era el señor de todo el mundo, pero Hades tenía que vivir en el mundo subterráneo y sus súbditos eran los muertos. Si Zeus ordenaba que Perséfone fuera devuelta a su dolida madre, el resentimiento de Hades se tornaría en una furia incontrolable.
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