Author: Xabi Otero
•1:09 PM
Leyendo este pasaje de la Odisea, he descubierto que los dioses griegos masculinos son muy similares a los seres humanos masculinos actuales:

"Preludiaba el cantor bellamente en su lira su canto
del amor de Afrodita, de hermosa diadema, y de Ares
que en la casa de Hefesto a hurtadillas se unieron un día
tras pagar ricamente el amante la infamia del lecho
del señor del hogar [Afrodita era esposa de Hefesto]; mas el Sol fue a contárselo a éste,
pues los vio desde arriba a los dos en amor abrazados.
Cuando Hefesto escuchó su punzante relato, a la fragua
el camino emprendió meditando en el fondo del pecho
mil desastres; montó sobre el banco un gran yunque y a golpes
unas trabas labró sin engarces ni fallas, capaces
de aguantar cualquier fuerza. Tramando el engaño y en ira
contra Ares, el cuarto marchó donde estaba su lecho;
a los pies que sostén le prestaban y todo en redondo
sujetó aquellos lazos, mas otros colgó en la techumbre
cual finísima tela de araña, invisible a los ojos
de las mismas deidades felices, ardid sin parejo.

Viendo ya alrededor de la cama tendido el engaño,
simuló que marchaba hacia Lemnos, la sólida plaza
asentada en la tierra, por él preferida entre todas.
Pero Ares de riendas de oro en despierta vigilia
le observaba y al ver cómo Hefesto, el artífice insigne,
de camino salía, marchó en derechura a sus casas
anhelante de amor por la hermosa Citera [Afrodita]. La diosa
regresaba de ver a su padre, el Cronión [Zeus] poderoso,
y no bien se sentó cuando Ares entró en la morada.

Con la mano tomando su mano le habló de este modo:
Ven al lecho, querida, gocemos en él descansados,
pues Hefesto no está por aquí; no hace mucho que a Lemnos
se marchó a visitar a los sintis de bárbara lengua.

Tal diciendo agradable le hizo el yacer a su lado
y marchando los dos ocuparon el lecho: al instante
se corrieron los lazos que urdiera el ingenio de Hefesto
y no más se pudieron mover ni estirar pie ni mano.
Comprendieron entonces que estaban cogidos y a un tiempo
acercábase a ellos el ínclito cojo [Hefesto], emprendido
el regreso a mitad del camino de Lemnos: su nueva
desventura había oído del Sol, su seguro vigía.
A sus casas tornaba llevando la angustia en el pecho
y paró en el umbral dominado por ira salvaje,
invocando con gritos furiosos a todos los dioses:

Padre Zeus, dioses todos de vida feliz, inmortales,
contemplad estas obras risibles, mas ya intolerables,
cómo, siendo yo cojo, Afrodita, nacida de Zeus,
me deshonra sin tregua en su amor al maléfico Ares
por ser él agraciado y tener buenas piernas. Y es cierto
que lisiado nací, mas la culpa ¿quién otro la tiene
que mi padre y mi madre? ¡Pudieran no haberme engendrado!
Mas veréis a esos dos cómo yacen en junto amorosos
y a mi lecho subidos. ¡Dolor que me toma al mirarlos!

Tardarán, bien de cierto, en poder variar de postura
por amor que se tengan y pronto vendrán a cansarse
uno y otro de estar en la cama, mas no ha de soltarlos
ese ardid y atadura hasta tanto que el padre me vuelva
cuando yo le entregué por la cínica moza, que tiene
hija hermosa, en verdad, pero bien disoluta. Así dijo
y a su hogar de broncíneos portales vinieron los dioses:
llego allí Posidón, el que abraza las tierras, y Hermes
saludable, y el rey que dispara de lejos, Apolo,
porque sólo a las diosas retuvo el pudor en sus casas.

Y de pie en el umbral los eternos dadores de bienes,
una risa sin fin levantóse en sus almas felices
observando las trazas del hábil Hefesto; y alguno
murmuró de este modo mirando al que estaba a su lado.

Las maldades no triunfan y el lento adelanta al ligero:
así Hefesto con ser tan pesado le dio caza a Ares,
que es el dios más veloz del Olimpo; valióse de astucias,
pues es cojo, y el otro le habrá de pagar su adulterio.

De este modo entre sí conservaban los dioses y Apolo
el augusto, nacido de Zeus, hablábale a Hermes:
¡Dime, oh Hermes divino, de bienes dador, mensajero!
¿Tú quisieras también, aún sujeto por trabas tan recias
en sus lechos al lado dormir de Afrodita dorada?

Contestándole dijo, a su vez, el heraldo Argifonte:
¡Ojalá fuera así, flechador rey Apolo, y sujeto
por cadenas tres veces más duras que aquél, y aún a vista
de vosotros los dioses y a un tiempo de todas las diosas
consiguiera yo al lado dormir de Afrodita dorada!"


Como podéis ver, las conversaciones entre ambos dioses, el morbo del cotilleo, infidelidades... está claro que los griegos hicieron sus dioses según su imagen y semejanza (al contrario que la Biblia, que a semejanza de Dios, se creó al ser humano).
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2 comentarios:

On February 3, 2011 at 8:21 PM , Gorka Josu said...

¡Madre mía, no he entendido nada de nada!
jajajajajajajajaja
Hombre, con el contexto me quedo y tengo que decir que sí, los griegos y sus dioses eran bastante parecidos a los hombres actuales. Aunque no es de extrañar porque se supone que muchos de nuestros conocimientos y avances tuvieron su semilla en aquella cultura, no? No tendríamos que sorprendernos porque ya se sabe: de tal palo, tal astilla jeje

Hale, ¡hasta la próxima!

 
On February 4, 2011 at 6:52 PM , Xabi Otero said...

Hombre, es un libro que yo estoy entendiendo bien tras haber cursado una asignatura de dos meses sobre mitología griega, y quieras que no, eso ayuda bastante. Aun así, he intentado poner algunas notas entre corchetes para aclarar a aquellos que desconozcan un poco este tema. Pero entiendo que es difícil acostumbrarse a este tipo de lenguaje, la abundancia de epítetos, nuevos dioses que si no has oído hablar de ellos hay que asimilarlos... pero una vez tienes esa base, es un libro que se disfruta como un enano.

Por otra parte, tienes razón, los griegos fueron una civilización única, quizás mi preferida (aunque desconozco aspectos de otras, así que los griegos juegan con ventaja, la verdad...).

Pero lo que más me llama la atención es que estamos acostumbrados al Dios bíblico, un ser superior que se distingue de los humanos por su perfección. Por eso me parece muy interesante encontrar una mitología en la que los dioses tengan rasgos de los humanos: infidelidades, morbo, etc.

Sin duda, una mitología muy interesante desde diversos puntos de vista.